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La pregunta que pretendo plantear y eventualmente responder en este trabajo es la siguiente: ¿qué implica la legalidad del arte barroco para la teoría crítica? En otras palabras: ¿por qué esta ley formal, esta mímesis barroca, puede ser ejemplar para el discurso crítico?

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Durante siglos, ha sido la representación romántica la que ha guiado la configuración del discurso crítico. La idea central de transformar al mundo y emancipar las vidas humanas ha prefigurado un tipo de teoría que se coludió y confundió con el relato utópico y el discurso revolucionario. Al proceder de esta forma, se olvidó la parte central de la teoría crítica derivada del marxismo: su poder de deconstrucción de la discursividad apologética del capital o, dicho en términos ya es desuso, su crítica a la fenomenología idealista que tuvo su materialización en los discursos de la economía y política del cuerpo social moderno. El proceder barroco, por el contrario, precisa para su propia existencia del desmontaje constante de los mundos y estilos establecidos. No es un arte que cree nuevos materiales, ni figuraciones, sino que desmonta y reconfigura lo que está dado; de ahí su caducidad en el tiempo, su vuelo sublime, su estrategia oportunista. Es un arte de misa en escena, donde se apuesta radicalmente a la "representación" y "reproducción" absoluta, en términos de Bolívar Echeverría. Por esto es elocuente el hecho del mestizaje cultural y semiótico que se observa constantemente en el discurso y el arte barroco y neobarroco; por esto es un arte y estilo tan atraído por aquello que es desechado y que puede retomar para su ornamentación, representación, reproducción y teatralidad infinita. En este trabajo se mostrará cómo la teoría crítica contemporáneo en Latinoamérica no ha sido ajena a este proceder.